martes, 15 de marzo de 2011
Puedo partirme y negociar la otra mitad.
Era la típica que adoraba ver las estrellas desde la terraza. De las que te decían "pero ese vestido es increíble", llevándose la mano a la boca y con los ojos abiertos como platos. Perdía la vida por un beso y no dejaba que el tiempo la matara. Removía el café planeando el siguiente ataque. Soñando corría descalza por el tráfico de la noche sintiendo la libertad en cada poro de su piel. No quería estar muerta. Estar vivo era vivir con todas las letras. Te llevaba a la luna si querías y si no, te la traía a casa por las noches. Te quitaba la ropa cuando quería sentirte lejos y te abrazaba cuando quería sentirte cerca. Sabía que pasaría la vida entre desgracias y alegrías por aquel corazón loco que tenía. Pero aquí estamos para eso. Si el corazón grita nos subiremos a una montaña y sacaremos todo lo que llevamos dentro. Y si duele la vida sacamos las garras y luchamos contra ella. Si nada nos llena buscamos entre el tráfico de las aceras algo que nos de esperanza. Porque la vida es pequeña, efímera, y nosotros tenemos que dejar huella. Así que sonríe, sueña, escribe, dibuja, canta, retrata. Pinta corazones en las paredes cuando estés enamorado, y táchalos cuando te duela el amor. La vida es una noria: cuándo estás arriba tienes que gritar y aprovechar las vistas, y cuando estás abajo, esperar la subida. Y desde aquí veo el cielo, personitas danzando al son de la vida y te tengo enfrente, sonriéndome. Creo que podría llamarlo felicidad.
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